La meditación es una práctica consciente de quietud. Hay distintas formas de quietud, relacionadas con la calma y el pensamiento.
Entre las formas de quietud, encontramos:
- Quietud o silencio mental, que consiste en reducir los pensamientos. Se puede lograr por medio de la auto-observación: viendo los pensamientos, sin permitir que se generen emociones.
- Quietud física. Se puede generar por medio de control mental o de forma opuesta, permitiendo que inicialmente se generen movimientos, luego ticks, luego espasmos, hormigueos, cosquilleos, comezón, punzadas sutiles y otros movimientos comunes en el cuerpo; luego de esto se llega a un estado de calma similar a un desplome, sin llegar al nivel de blandura que produciría un desmayo o el estado de sueño.
Sin ánimo de limitar las posibilidades, es importante recordar que para desarrollar la meditación se requiere de entrenamiento mental y, del mismo modo, para lograr un pleno desarrollo mental se requiere de la meditación.
La meditación es una práctica que permite conseguir algún beneficio (o varios); o reconocer mentalmente un contenido sin sentirse identificado con ese contenido.
La meditación nos conecta con la mente subjetiva y con la mente objetiva. La meditación induce un modo de conciencia: un estado de conexión bio-energético-emocional entre nuestra personalidad, nuestra esencia, nuestro niño interior y la energía del Gran Espíritu. Esta conexión nos permite armonizar la mente con el Tao, con la esencia de todas las cosas.
La práctica de meditación debe ser progresiva, constante, voluntaria y sin expectativas. Hacerla parte de la cotidianidad nos permite volver a ser uno con nuestro Ser y con nuestra realidad eterna. En otras palabras, nos permite reconectar la mente causal o subconsciente y objetiva.
También se considera que la meditación es en sí misma un fin y no únicamente una herramienta o instrumento para otro fin.